el llamado de dios al sur: experiencias de movilidad hacia la patagoNia (1985-2020)

 

ANA NOEMÍ VICTORIA MOYELAK

Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación

Instituto de Investigaciones de Diversidad Cultural y Procesos de Cambio

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad Nacional de Río Negro

San Carlos de Bariloche, Río Negro

Argentina

https://orcid.org/0009-0007-4940-0899

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 18, N° 35, pp. 66-94

Enero-Junio de 2025

ISSN 1853-7723

ARK CAICYT

https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s18537723/dw8aa286l

 

Fecha de recepción: 01/04/2025 - Fecha de aceptación: 04/08/2025

 

Resumen

El siguiente trabajo busca recorrer las trayectorias y experiencias religiosas a partir de cinco entrevistas, cuya principal particularidad radica en que fueron realizadas a personas que, como veremos, sean misioneros, pastores u otros roles relacionados, sintieron lo que denominaron “el llamado de Dios” a venir a la Patagonia, en el período que va desde 1985 hasta2020. En particular, ahondaremos en la manera en que estas experiencias de movilidad espiritual tuvieron impacto en la identidad de estos sujetos. Como estrategia metodológica, nos abocaremos a la construcción de fuentes orales, adoptando la tradición de historia de vida y los métodos biográficos como clave para dar cuenta de las trayectorias y subjetividades de los actores sociales con los que trabajaremos. Asimismo, emplearemos el uso de fuentes históricas para la reconstrucción del recorrido de diferentes iglesias. Este enfoque permite adentrarnos en los sentidos de pertenencia e identidad y en las trayectorias de movilidad, a través de la propia experiencia de nuestros participantes a lo largo del tiempo.

 

Palabras Clave

Evangelismo – Llamado – Movilidad – Identidad – Patagonia.

 

God’s CallING towards the South: Migration Experiences To Patagonia (1985–2020)

 

Abstract

The following work seeks to explore religious trajectories and experiences based on five interviews made to people who, as we shall see, whether missionaries, pastors, or other related roles, felt what they called "God's call" to come to Patagonia, between 1985 and 2020. In particular, we will delve into how these experiences of spiritual mobility had a profound impact on the identity of these individuals. As a methodological strategy, we will focus on the construction of oral sources, based on the life history tradition and biographical methods as key to understanding the trajectories and subjectivities of the social actors with whom we will work. We will also employ historical sources to reconstruct the journeys of different churches. This approach allows us to delve into the senses of belonging and identity and the trajectories of mobility, through the participants' own experiences over time.

 

Keywords

Evangelism – Calling – Mobility – Identity – Patagonia.

 

El llamado de dios al sur: experiencias de movilidad hacia la patagonia (1985-2020)

 

Introducción

El objetivo del trabajo es analizar las trayectorias y experiencias religiosas a partir de cinco entrevistas, cuya principal particularidad radica en que fueron realizadas a personas que sean misioneros, pastores u otros roles relacionados, sintieron lo que denominaron “el llamado de Dios” a venir a la Patagonia, en el período 1985-2020. La elección de la temática está vinculada al trabajo de campo realizado con miembros de la comunidad bautista de Bariloche y la zona cordillerana de Rio Negro y Chubut, desde mediados del 2015 hasta la actualidad.

Aunque en ese momento las preguntas y motivaciones de dicha investigación eran otras, algo que llamó la atención en momentos de entrevistas es que la mayoría de los referentes más importantes, tanto de la Iglesia de Bariloche como de otras iglesias evangélicas en la Patagonia, es que no son nacidos en el sur argentino. Frases como “sentía que tenía que ir al sur” abundaban en las entrevistas y daban cuenta de un movimiento migratorio constante y un imaginario que indicaba que la Patagonia era una tierra para evangelizar. Este hallazgo revela una dinámica poco explorada en los estudios sociales de lo religioso en Argentina: la forma en que creencias, vocaciones y convicciones espirituales estructuran procesos de movilidad geográfica. En particular, el trabajo ofrece un aporte novedoso al mostrar cómo el sur argentino es investido de sentido religioso, consolidándose como un “territorio simbólico” para el protestantismo bautista.

Los creyentes también son atravesados por la movilidad (Odgers 2008). Sus creencias son un motivo por el cual viajan y luego deben acomodarse en nuevas coyunturas y espacios. Esto genera los interrogantes a los cuales buscamos comenzar a dar respuesta en este estudio: ¿Cómo la experiencia de moverse geográficamente ha impactado en su identidad religiosa? ¿Qué podemos aprender de estas vivencias individuales para entender las transformaciones sociales y religiosas de la región?

En el marco de estos interrogantes, el presente trabajo abreva en la corriente teórica del estudio de la movilidad (Tarrius, 2000) con el objetivo de abordar estos traslados por motivos religiosos, que suponen un tipo de circulación fluida y variada. En este sentido, partiremos del postulado de Barelli y Hurtado que señala que la movilidad no es algo que “atraviesa territorios ya constituidos sino [que] genera nuevos territorios” (2021, p.1). Aquí interesa ahondar sobre la construcción de subjetividades y movilidades espirituales en torno a la experiencia del “llamado de Dios” que tuvieronlos cinco entrevistados y en las dinámicas de resignificación que suponen esos traslados geográficos.

Sobre este punto, también se tendrá en cuenta que el espacio es necesariamente un producto social, antes que una materia inerte (Benedetti, 2011). Dentro de las Ciencias Sociales, la geografía de la religión sostiene la importancia de pensar los fenómenos religiosos desde la movilidad en general (Barelli, 2021). Por tanto, como plantean  Rosendahl (1996), Carballo (2009) y Flores (2016), las creencias religiosas y sus prácticas necesitan al espacio para su desarrollo y crecimiento.

Esta experiencia de movilidad (Flores y Puglisi, 2022) y constitución de nuevos espacios religiosos genera un impacto significativo en la identidad religiosa. En este caso, el “llamado de Dios” es una experiencia que afecta tanto al sujeto -dándole un propósito específico- como su lugar de residencia, al punto que si la persona no se mueve donde le indica ese llamado, no se puede cumplir esa misión que le fue encomendada. En su tesina de grado, Pilgrim (2018) ha trabajado con la idea de subjetivación desde una comunidad religiosa sufí, ubicada en la Patagonia. La autora entiende este concepto como un proceso que implica un devenir. En el caso que motiva este trabajo, el llamado de Dios nos coloca ante un proceso de subjetivación en el que los sujetos se encuentran atravesados, en diferentes momentos de sus vidas, por distintos discursos, influencias y prácticas religiosas que se resignifican en un momento específico.

Pilgrim retoma en este sentido a Deleuze (1987), quien desafía la idea de un sujeto esencial y autónomo, proponiendo en su lugar una subjetividad múltiple y fluida, definida por pliegues que surgen de la interacción entre el interior y el exterior del sujeto. Estos pliegues no son productos de una esencia interna, sino de superficies discontinuas, formadas por la exterioridad que se pliega continuamente, generando una identidad en constante construcción. En ese sentido, Pilgrim conceptualiza la identidad como el resultado de experiencias que se desarrollan entre el exterior y el interior del sujeto. De acuerdo con esta noción, la identidad se construye en un proceso relacional y colectivo. Estas transformaciones se redefinen de lugar en lugar, en los diferentes momentos de cada una de las historias que se describiren en los siguientes apartados.

 

Metodología

Este trabajo se basa en el análisis de entrevistas realizadas en distintos momentos a cinco de los referentes más importantes del movimiento evangélico bautista en Patagonia, cuyos nombres han sido cambiados para cuidar su privacidad. Con respecto al recorte espacial, dos de ellos se encuentran ubicados en la ciudad de Bariloche y el resto de los entrevistados viven y misionan actualmente en las localidades de Esquel, Villa la Angostura y Clemente Onelli.

El enfoque metodológico se basa principalmente en la tradición de la historia oral y los métodos biográficos, los cuales permiten reconstruir las trayectorias y subjetividades de los actores sociales a lo largo del tiempo (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006). Este tipo de abordaje posibilita comprender cómo se configuran los sentidos de identidad, las decisiones de movilidad geográfica y la construcción de redes de sociabilidad a partir de relatos en primera persona.

Con respecto a las técnicas, se empleó la entrevista biográfica semiestructurada (Guber, 2011). En este caso, se realizaron 10 entrevistas a cinco referentes de las comunidades evangélicas, lo que habilitó la indagación en los sentidos adjudicados a sus prácticas, sus creencias y sus propias trayectorias y memorias. Estas entrevistas se centraron especialmente en reconstruir experiencias del llamado, vivencias de conversión, procesos de desplazamiento y prácticas religiosas cotidianas. Mediante ellas es posible analizar las trayectorias desde un trabajo de actualización de memorias (Ramos, 2011). Por último, para la reconstrucción de la historia de las diversas congregaciones, además de las entrevistas realizadas a los miembros, en el caso específico de la Iglesia de Bariloche y Esquel, se realizó un abordaje cualitativo de fuentes documentales recuperadas del archivo privado de actas de asamblea de la Primera Iglesia Bautista de Bariloche, en el cual hay información esencial sobre estas iglesias en la zona cordillerana. El análisis de estos documentos se inscribió en una lectura contextual e interpretativa, complementaria al material oral, con el objetivo de ubicar las trayectorias individuales dentro de procesos institucionales más amplios (Bosa, 2010). En definitiva, este enfoque metodológico nos permitió abordar el llamado como una experiencia situada, anclada en relatos de vida, afectos y trayectorias de fe, en diálogo permanente con contextos geográficos, institucionales y comunitarios.

En función de lo hasta aquí expuesto, el trabajo se estructura en tres partes. En el primer apartado se realiza una breve contextualización de la religión evangélica bautista. El segundo apartado, más bien descriptivo, ahonda en lo que los entrevistados han denominado “el llamado de Dios”. Se describe  el testimonio de movilidad espiritual de los cinco entrevistados, mostrando cómo estos procesos impactan en la construcción de su identidad como cristianos evangélicos. Por último, se desarrollan las conclusiones.

 

Evangelismo Bautista en Argentina: Historia, Liderazgo y Constitución Eclesiástica

En este apartado se desarrollarán apectos relevantes del evangelismo bautista en Argentina y en la norpatagonia: una reseña de su historia, una explicación sobre el perfil y proceso de elección de los pastores y sobre  el proceso de constitución de una iglesia en el ámbito evangélico bautista.

En investigaciones previas (Moyelak, 2023) se ha  explorado parte de la historia del evangelismo bautista en Argentina, con un enfoque particular en la norpatagonia. Esta expansión no puede entenderse sin considerar el marco más amplio de la consolidación del Estado nacional hacia fines del siglo XIX, período en el cual la presencia protestante comenzó a ganar cierta visibilidad, aunque restringida a comunidades pequeñas con lazos con iglesias del extranjero (García Bossio, 2019).

Pese a la inclusión de la libertad religiosa en la Constitución Nacional de 1853 (artículos 14 y 20), el artículo 2, que garantiza el sostenimiento económico del culto católico, estableció una asimetría institucional que marcó por décadas el lugar subordinado de las confesiones no católicas (Di Stefano y Zanatta, 2000; Mallimaci, 2015; Rocha, 2012). Este marco jurídico desigual fue uno de los factores que moldearon las formas organizativas y estrategias de legitimación del protestantismo bautista.

Entre 1880 y 1914, sin embargo, se evidenció un crecimiento sostenido del protestantismo (Botana, 2012), en un contexto atravesado por políticas migratorias que privilegiaron la llegada de trabajadores europeos no católicos. A este fenómeno se sumaron presiones diplomáticas y económicas, primero del Reino Unido y luego de los Estados Unidos, que impulsaron una apertura hacia una mayor tolerancia religiosa (Bianchi, 2009). El liberalismo promovió reformas secularizantes que tendieron a delimitar la relación entre Iglesia y Estado (Rocha, 2016), situando a las nuevas iglesias evangélicas como ajenas al imaginario religioso dominante (Seiguer, 2009). Estas condiciones de posibilidad permitieron que el evangelismo comenzará a ocupar ciertos espacios públicos, aunque fuera como minoría religiosa.

Ya en el siglo XX, el crecimiento del protestantismo encontró una institucionalización clave con la creación, en 1908, de la Convención Evangélica Bautista Argentina. Esta organización, con sede en Buenos Aires y afiliada tanto a la Unión Bautista Latinoamericana[1] como a la Alianza Bautista Mundial[2], se propuso desde el inicio coordinar esfuerzos entre las iglesias bautistas dispersas del país, fomentar la apertura de nuevas congregaciones y acompañarlas en sus primeros pasos (Rocha, 2012).

La Convención funcionó como un respaldo para las iglesias locales, especialmente a través de su Junta de Misiones, que promovía la apertura de obras y destina pastores a distintas regiones. Esta estructura ofrecía apoyo económico, legal y jurídico a las comunidades nacientes, que a cambio debían presentar informes periódicos y contribuir económicamente al sostenimiento del organismo.

Este entramado institucional facilitó una notable expansión territorial de las iglesias bautistas a lo largo del siglo XX, primero en Buenos Aires y sus alrededores, y luego en otras regiones del país. Hacia la década de 1930, la Patagonia se perfiló como un nuevo horizonte misionero. En 1952, la Convención otorgó cobertura jurídica a la Primera Iglesia Bautista de Bariloche (Moyelak, 2023).

Esta ciudad tuvo un rol temprano no sólo como nodo misionero, sino también en la expansión y consolidación del movimiento evangélico bautista en norpatagonia (Moyelak, en prensa). En lo católico, primero con la presencia itinerante salesiana desde Junín de los Andes (1882), y luego con la fundación de la capilla “Inmaculada Concepción” en 1907, símbolo del origen católico del poblado (Nicoletti, 2019).

En paralelo, tuvo lugar la primera presencia religiosa protestante en la ciudad, de carácter luterano. Esta comenzó con las visitas periódicas de un pastor chileno desde El Frutillar a partir de 1895, para asistir a luteranos de origen sueco, danés y alemán establecidos en la zona (Barelli, Nicoletti y Moyelak, 2025).

Esta temprana presencia protestante generó preocupación en sectores del catolicismo local. Si bien muchos directores de la empresa local Chile-Argentina eran católicos, también había luteranos. Esto derivó en la fundación en 1908 de la escuela alemana para hijos de empleados de la empresa, institución de orientación protestante luterana dirigida por el pastor Wilhelm Iwan (Méndez, 2007).

La impronta católica se consolidó con la llegada definitiva de la Congregación Salesiana en 1914 y su articulación con figuras como Primo Capraro (Nicoletti, 2022). Durante el siglo XX, el catolicismo integral se fortaleció mediante alianzas entre la élite católica porteña, el Estado nacional y las Fuerzas Armadas, particularmente a partir de la década de 1930 (Mallimaci, 2000). Finalmente, cabe destacar que desde 1911 Bariloche formó parte de la vicaría foránea de Río Negro con sede en Viedma, y en 1934 esta ciudad fue reconocida como centro eclesiástico al convertirse en la primera sede episcopal de la Patagonia, liderada por el salesiano Nicolás Esandi (1935-1948), lo que reafirma su rol protagónico en la configuración del campo religioso regional.

En este contexto, arribaron familias protestantes chilenas a Bariloche, de ascendencia alemana (Moyelak, 2023). Pertenecían a diversas corrientes denominacionales (principalmente metodistas, pentecostales y bautistas). En 1942 se formó la primera comunidad evangélica interdenominacional en Bariloche. Para 1944, esta comunidad comenzó a recibir visitas regulares de misioneros de diferentes provincias del centro y norte argentino. En 1945, el misionero Rumposio solicitó a la Convención que mandara un misionero permanente para este grupo. En 1946, enviaron a Romero, quien formalizó la denominación bautista de la comunidad en 1947. La iglesia fue reconocida oficialmente en 1952, cuando se construyó el edificio. A partir de ese momento, la Iglesia creció constantemente.

Más tarde, durante el pastorado de Villazull, entre 1980 y 1999, la Iglesia experimentó una expansión a nivel local y regional mediante obras misioneras. El pastor que lo sucedió, Reyes, mantuvo su liderazgo durante 20 años. El fin de su pastorado se pordujo en el contexto de la pandemia por COVID-19, siendo Sebastián Hidalgo quien pastorea esta Iglesia hasta el día de hoy.

Este recorrido institucional, más allá de los hechos cronológicos, permite identificar los mecanismos mediante los cuales el evangelismo bautista se establece y adapta en territorios como la norpatagonia, generando anclajes comunitarios y marcos espirituales para los procesos de movilidad que se analizan en este artículo.

Entre 1985 y 2020, numerosos actores vinculados al campo evangélico —pastores, misioneros, líderes comunitarios— respondieron a lo que identificaron como “el llamado de Dios” para asentarse en la Patagonia. Estas trayectorias muestran cómo ese legado institucional y espiritual sigue operando como un marco de sentido que da forma a experiencias contemporáneas de fe, identidad y pertenencia.

Con respecto al perfil y proceso de elección de pastores en el ámbito bautista son personas a quienes se les ha conferido autoridad dentro de una iglesia para dirigir y cuidar a un grupo de creyentes. Además, como podrá comprobar el lector en el siguiente apartado, la mayoría de ellos no han nacido ni crecido en Patagonia; provienen del centro y norte del país.

Como el gobierno de las iglesias bautistas es congregacional, todas las decisiones se determinan en asamblea. Al momento de elegir un pastor, se puede designar a ciertos miembros para que conformen lo que se conoce como la Comisión Pastoral y tomen la minuciosa tarea de investigar posibles candidatos a pastor[3]. Durante esa búsqueda, algunos miembros de la comisión pastoral pueden viajar hasta donde se encuentra un matrimonio pastoral que les interesa, en otros casos los invitan a su congregación para que tengan alguna reunión con ellos, o les escriben cartas[4]. Luego de eso, realizan una jerarquización de los candidatos y, finalmente, se presenta a la asamblea los resultados[5]. No se trató nunca de un mecanismo de sucesión por herencia o por auto proclamación.

Por último, es necesario aclarar categorías propias del ámbito evangélico bautista en relación al proceso de constitución de una Iglesia, que pasa por cuatro etapas: obra misionera- anexo- iglesia independiente e iglesia madre[6]. Cuando se habla de obra misionera, se hace referencia a un movimiento que empieza a formarse en donde ninguna iglesia tiene testimonio y donde un grupo de hermanos empiezan a reunirse. Generalmente esas obras comienzan en las casas particulares.

De ahí pasa a ser anexo cuando comienza a crecer en el número de miembros y ya cuenta con un pastor propio. Por lo general, un anexo siempre está en dependencia, sea de un organismo, como lo es la Convención para sus Iglesias afiliadas, o de lo que se entiende como Iglesia madre. La dependencia es principalmente económica, ya que estos grupos aún no pueden autosustentarse, aunque también puede ser apoyo espiritual y consejería lo que necesiten. Mandan con regularidad informes a la Iglesia madre[7].

La constitución de un anexo en Iglesia independiente no obedece a una norma explícita. Siempre es la Iglesia madre quien determina si ha de darse lugar a la constitución de una nueva iglesia o no. Pero una vez constituida, se espera que esa nueva Iglesia comience a formar nuevas obras misioneras en otros lugares para comenzar el ciclo nuevamente.

 

Experiencias de movilidad y misión en el sur argentino

En este segundo apartado se focaliza en las narrativas de los cinco entrevistados, a partir de las cuales se describen sus experiencias de movilidad.

  1. “Si iba a hacer algo con mi vida para Él, tenía que ser en el sur”.

Leo Villazul es un hombre de 66 años al momento de la entrevista. Habiendo sido ordenado al pastorado desde la década de 1970, tuvo la oportunidad de pastorear junto a su esposa Matilde en algunas congregaciones tanto en el centro de Argentina, como en Patagonia. En su relato, él siempre tuvo en claro que su lugar de servicio luego de convertirse al cristianismo, estaría en Patagonia:

 

Yo le dije a un pastor amigo que me encantaría ir como misionero al sur. Sentía que tenía que estar ahí, Dios me hablaba y me movía de esa manera, que si iba a hacer algo con mi vida para Él, tenía que ser en el sur. Un día llega la carta de invitación de Bariloche, nunca me imaginé Bariloche como lugar de residencia pastoral (...) esa fue la confirmación. Vinimos a conocer la Iglesia.[8]

 

Fue uno de los pastores más importantes de la Primer Iglesia Bautista de Bariloche, donde permaneció desde 1985 a 1999 (Moyelak, 2023). Según el relato de las actas de dicha iglesia, a Leo lo invitaron ocasionalmente a predicar, con la intención de conocerlo paulatinamente. Esto obligaba a Leo y a su familia, a realizar traslados frecuentes desde su lugar de residencia, con el propósito de ir a dar predicaciones a la Iglesia de Bariloche. Como mencionamos anteriormente los creyentes son atravesados por la movilidad (Odgers 2008). En este caso, la fe no solo justificó el movimiento, sino que lo exigió como condición para el cumplimiento de una vocación espiritual. La experiencia de Leo ilustra cómo las decisiones religiosas implican reacomodamientos geográficos, familiares y laborales en función de lo que se percibe como un llamado divino.

Finalmente, lo invitaron a ser pastor en 1986, donde la Iglesia de Bariloche votó en asamblea y el “sí” ganó por unanimidad. La llegada de Leo destacó por su rol en la expansión del evangelismo bautista. A nivel local, impulsó la apertura de las obras en el barrio de Mutisias (1982), Malvinas (1983) y Melipal (1985). A nivel regional, contribuyó al desarrollo de comunidades bautistas en Alicurá (1982), Piedra del Águila (1987), Ñirihuau (1983), Valle Verde (1988), Villa la Angostura y Esquel (1992). La tarea misional impulsada por el pastor Leo puede entenderse a través del paradigma de la movilidad (Taurris, 2000) por cuanto los sujetos en movimiento crean nuevas relaciones sociales y reconfiguran contextos territoriales.

Así, el sur deja de ser un mero destino geográfico para convertirse en un “territorio simbólico” (Carballo, 2009): un lugar cargado de propósito, donde la identidad religiosa se renueva y se proyecta en nuevas comunidades. La expansión del evangelismo bautista tanto local como regional, no solo implicó la creación de nuevas iglesias, sino también la reconfiguración de los contextos sociales y territoriales, a medida que las iglesias se establecían y daban lugar a nuevas interacciones dentro de esos espacios.

 

  1. “Ni bien entramos [al quincho] lo vimos lleno de gente. Vimos una Iglesia”

Emilia Hernández tiene 71 años y es la esposa de Paulo Bedoya, actual pastor de la Iglesia Bautista de Esquel. La trayectoria personal tanto de ella como de su esposo destacan particularmente por los vínculos de parentesco con los miembros de la Iglesia de Bariloche. Ella es hija del primer matrimonio que pastoreó la Iglesia barilochense, durante el período 1944-1954. Paulo, por su parte, es hijo de otro de los matrimonios pastorales que dirigió la misma Iglesia, durante el período 1961 a 1963 (Moyelak, 2023).

A mediados de la década de los ‘70, se casaron y se trasladaron a la ciudad de Trelew. En 1978, por pedido de la Convención, se mudaron a la ciudad de Puerto Madryn, donde pastorearon durante 12 años. Pasado ese tiempo, el matrimonio Bedoya se dio cuenta que ya era un tiempo de cambio para ellos, dado que la Iglesia de Madryn había crecido y ya podían seguir adelante sin su ayuda. A partir de esa decisión, comenzaron a contemplar otras opciones para mudarse, buscando fundar una nueva Iglesia. Lo único que tenían en claro, era que no se irían de la provincia de Chubut. Sólo les restaba elegir la localidad:

 

Dios lo puso en nuestro corazón, cuando estábamos en Puerto Madryn. Había 5 ciudades importantes en Chubut: Trelew, Madryn, Comodoro, Esquel y Trevelin. No teníamos invitación para ir a pastorear ninguna Iglesia, no teníamos ni idea qué íbamos a hacer. Entonces la otra opción era directamente ir a ver que Dios confirme. Paulo renunció un sábado a la Iglesia de Madryn y decidimos como familia tomarnos el siguiente lunes para venir a Esquel. Era ir y volver en el día.

 

A finales de 1990, la familia Bedoya llegó a Esquel. Emilia cuenta que, al llegar a la ciudad y antes de bajar del auto, hicieron una oración pidiéndole a Dios que los guiara en la decisión que debían tomar. Recorrieron el lugar y llegaron hasta la localidad vecina de Trevelin, pero según el relato, Dios no les mostró nada, por lo que volvieron a Esquel. Cuando estaban por emprender el regreso, recorrieron un barrio y vieron una casa en venta. Un vecino les indicó dónde podían ubicar al dueño y este les facilitó la llave para entrar a conocer el lugar, lo cual resultó decisivo. Esto es lo que recuerda Emilia:

 

¡Qué!, entramos acá y había un lavadero con puerta, era mi sueño de toda la vida. Seguimos para allá (me señala el pasillo) llegamos, un living con puerta corrediza! Pero lo mejor fue el quincho. Ni bien entramos, lo vimos lleno de gente. Vimos una Iglesia. A los cuatro nos pasó lo mismo. Volvimos acá a la casa, nos arrodillamos a orar en la esquina esa de ahí (señala la puerta de entrada) y todos sentimos que este era el lugar.

 

Así, el matrimonio Bedoya decidió comprar la casa y establecer allí una iglesia. Luego, pidieron formalmente a la Iglesia Bautista de Bariloche, que sea su Iglesia madre, puesto que era la Iglesia más cercana en el territorio que podía realizar la tarea. La elección de Bariloche reafirma cómo los vínculos afectivos y religiosos operan como redes de legitimación eclesial, y cómo las decisiones pastorales son el resultado de entramados sociales.

La iglesia barilochense ya había contemplado la idea de abrir una obra misionera en Esquel a principios de la década de los 80, aunque sin éxito[9]. El entonces pastor Leo, quien recibió la carta de solicitud de convertir a la obra de Esquel en anexo de la Iglesia de Bariloche, la aceptó rápidamente.

El apoyo que Esquel requirió de Bariloche fue principalmente en el área de construcción, acompañamiento y consejería[10]. Esta decisión de mudarse a Esquel demuestra que los Bedoya, al igual que todos los sujetos, viven en redes de relaciones sociales complejas y dinámicas, donde las jerarquías juegan un papel clave en las decisiones personales (Grossberg, 1992). Así, la mudanza no solo respondió a un “llamado de Dios”, sino también al entramado social y simbólico de su comunidad de origen.

Desde una perspectiva analítica, el testimonio de Emilia permite observar cómo el llamado no es únicamente una experiencia individual, sino una forma de subjetivación que reconfigura espacios, trayectorias familiares y pertenencias. La nueva iglesia se fundó desde la fe, pero también desde la memoria y la continuidad de relaciones significativas. Esto refuerza el carácter relacional de la identidad religiosa y su anclaje territorial, donde lugar y propósito espiritual se entrelazan.

Desde el principio, la familia Bedoya se integró y dio testimonio de su fe, lo cual fue la puerta que estableció vínculos con los vecinos esquelenses, muchos de los cuales pertenecían a las comunidades mapuche[11]. El trabajo local del matrimonio Bedoya, hizo que la obra Esquel crezca tan rápido que en 1992 se constituyeron -con la aprobación de la Iglesia madre de Bariloche- en Iglesia independiente. No tardó en convertirse en un referente clave del movimiento bautista en la región, abriendo nuevas comunidades evangélicas bautistas en las localidades de Nahuel Pan, Gualjaina, Corcovado, Cholila y Epuyén a lo largo de la década de 1990. Esto se tradujo en una consolidación interna de su congregación, así como en una expansión territorial que fortaleció la presencia evangélica bautista en la cordillera chubutense.

 

  1. “De quienes estábamos ahí, saldría gente a la Patagonia.”

Vanesa Guerrero tiene 42 años y es miembro de la Iglesia Bautista de Bariloche desde el año 2002. Ella es nacida en Buenos Aires. En 1981, el pastor Gohlu, de Bahía Blanca, visitó la iglesia de zona oeste, a la que pertenecía Vanesa. En esa ocasión, dio un mensaje dirigido hacia los jóvenes. En palabras de Vanesa:

 

Y entre mis 15 y mis 16 años, vino a mi Iglesia a visitar un pastor de la Patagonia, y dio un mensaje y él habló de que, de esa reunión, de quienes estábamos ahí, saldría gente a la Patagonia. A evangelizar. El pastor venía de Bahía Blanca, pero hablaba que iríamos a toda la Patagonia. Resulta que yo sentí ahí que Dios me llamaba al sur. Entonces de ahí, yo mi vida, la planeé y enfoqué en eso. Soy recontra insegura, pero esa fue la única convicción firme que tenía. Y yo decía, bueno qué hago.. A mí me gustaban los niños. Y dije. bueno, estudio maestra primaria. Yo me veía a mi trabajando en una escuela rural, en medio del campo, en Chubut. Me veía ahí, predicando.

 

Grossberg (1992) habla sobre los eventos cruciales como una inversión afectiva, es decir, un momento en el que los sentidos y prácticas se detienen. Este evento se vuelve crucial en la historia personal de Vanesa, reorientando su proyecto personal hacia un propósito definido: servir a Dios en el sur argentino. La experiencia del llamado se articula aquí como una intersección entre la emoción, la fe y la construcción de una identidad religiosa que implica movilidad y misión.
 Luego de ese evento, Vanesa y Paolo se conocieron en la misma congregación de zona oeste. Antes de comenzar su relación, ella relata que le advirtió a su entonces pretendiente que su “condición” para iniciar un noviazgo era que se irían al sur, porque era lo que Dios le había revelado. Paolo aceptó y continuaron adelante. En 1993 se casaron y permanecieron en Buenos Aires, donde nacieron sus dos hijos.

Transcurrieron nueve años en la capital. Al acercarse a su primera década de casados, Vanesa cuenta que comenzaron a “destrabarse” un montón de cosas a nivel laboral, personal y eclesial. La crisis de 2001 obligó a la familia a frenar algunos proyectos y a reconsiderar su futuro. En ese contexto de decisiones, la empresa donde trabajaba Paolo le ofreció una vacante en la ciudad de Bariloche. En ese sentido, Vanesa comentaba:

Y el Señor abrió, en Bariloche. O sea, lo que menos pensamos, nunca pensé en Bariloche. Nos gustaba San Martín de los Andes. Ahí nos fuimos de luna de miel, es chiquito. Un año antes de llegar a Bariloche, nos quedamos unos días en San Martín, de vacaciones. Y fue ahí que, nos quedamos en la plaza con los chicos. Y me acuerdo de mirar la calle y una voz en mi interior me dijo “llegó el momento”. Más allá de que no era San Martín, ese año se dio todo.

 

En 2002, la familia Sánchez ya se encontraba instalada en la ciudad de Bariloche. Luego de conseguir alquiler, lo siguiente según el relato de Vanesa fue buscar una Iglesia y un jardín para sus hijos. Un día, Vanesa pasó caminando por la vereda de la Iglesia de Bariloche y se encontró con Larisa, esposa del entonces pastor Reyes, quien dirigió la Iglesia entre 2001 y 2020 (Moyelak, 2023). Larisa salió justo en ese momento y al verla con sus hijos, se acercó a saludarla:

Fue todo de película porque justo yo fui ahí, justo salió ella en ese momento y empezamos a hablar. Y ella me dice que hacía un año que estaban pastoreando la Iglesia, desde el 2001, nosotros llegamos en el 2002. Y teníamos todo en común: su familia venía de Buenos Aires, nosotros también, nuestros hijos tienen la misma edad. Fue otra confirmación más de que ese era el lugar donde Dios nos quería.

 

 La llegada de Vanesa y su familia al sur argentino marcó un antes y un después en el área de evangelización de niños, específicamente. Fue quien promovió la capacitación para el desarrollo de este ministerio, primero en Bariloche y, a partir de 2010, en Línea Sur, especialmente en las localidades de Pilcaniyeu, Comallo, Clemente Onelli y Jacobacci, donde actualmente se realizan actividades con niños en el ámbito bautista.

También extendió su labor a las iglesias de Esquel y Trevelin, generando una red intercongregacional que comparte la visión de capacitar a sus miembros para el servicio infantil. Esto no implica que antes no existieran actividades con niños en el ámbito bautista, pero sí significó una especialización y formalización de las tareas a través de procesos formativos, impulsados por ella.

La idea del “llamado” y el ministerio con la infancia se configura, en este testimonio, como un proceso relacional que se construye y resignifica a lo largo del tiempo. La trayectoria de Vanesa muestra cómo la identidad religiosa no se define de forma lineal, sino como una red de experiencias afectivas, territoriales y espirituales. Su llegada a Bariloche, lejos de ser azarosa, forma parte de esa construcción, en la que la movilidad, el acompañamiento y el compromiso con la infancia se entrelazan con una historia de fe y propósito.

 

  1. “Yo sentí en ese momento el peso del llamado y que era Dios hablando a mi corazón.”

Gerardo Méndez tiene 45 años. Gerardo es oriundo de Entre Ríos. A sus 17 años, comenzó a asistir a la Primera Iglesia Bautista de Concordia, donde se convirtió al cristianismo. Dos años después de su conversión, él cuenta haber asistido a un congreso provincial de jóvenes bautistas, el cual tuvo lugar en Paraná. En ese evento, experimentó el llamado de Dios para su vida. En sus palabras:

 

Entonces voy al congreso y estoy en medio de la predicación... y recuerdo que sentí claramente que Dios me estaba hablando a mí. Fue muy claro. El pastor hablaba de Jeremías 1. Y yo pensaba, qué bueno esto para fulano y mengano. Hasta que el predicador levanta la mano y señala, y sentí que ese dedo fue para mí. Dijo: “si Dios te está llamando y vos no estás prestando atención, corre por tu cuenta”. Y bueno, yo sentí en ese momento el peso del llamado y que era Dios hablando a mi corazón y no lo podía esquivar. Entonces me levanté de donde estaba, llegué adelante y le rendí mi vida para servir a Dios. En donde sea.

 

Este episodio se constituye como lo que Grossberg (1992) denomina “evento crucial” o inversión afectiva. En el caso de Gerardo, el llamado no fue solo una experiencia emocional, sino el inicio de una trayectoria de vida pastoral y móvil, orientada al servicio y a la construcción de comunidad. A partir de ese momento, Gerardo continuó con su servicio en la iglesia. Conoció a Estefanía y se casaron. Años más tarde, decidieron mudarse a la provincia de Misiones, con el objetivo de formarse en teología en Instituto Bíblico. Finalizados los cuatro años de estudio, en el año 2002 recibieron una invitación para pastorear la Iglesia Bautista Eslava ubicada en San Pedro, provincia de Misiones. Allí trabajaron por 11 años, consolidando la Iglesia y expandiéndose a nueve obras misioneras en la misma provincia.

Llegados a ese punto de crecimiento Gerardo relata -al igual que les sucedió a Emilia y a Paulo- que comenzaron a sentir que su tiempo en esa Iglesia había concluido. Durante el año 2008 Gerardo inició un período de oración con el propósito de discernir cuál debía ser su próximo destino:

 

Empecé a tener esas conversaciones con Dios. Yo le decía “mira, vos no tenés por qué preguntarme a mí, yo te sigo a vos. Pero si quieres saber qué pienso (risas). Me gustaría estar en una ciudad no muy grande, sin violencia” y comencé a poner un par de cosas del perfil que quería. Y lo siguiente que hice fue comenzar a buscar ciudades en Argentina, que tengan un crecimiento de carácter exponencial, pero con menos de 20.000 personas. Y en ese momento, saltaron dos ciudades de acá del sur. Una era el Calafate y el otro era Villa la Angostura. Entonces me quedó picando, el sur.

 

En este proceso de discernimiento, aparece con fuerza la dimensión territorial del llamado: ya no es solo servir “donde sea”, sino buscar un lugar acorde a un estilo de vida y a una convicción espiritual. Aquí, el desplazamiento se convierte en una práctica reflexiva que articula la fe con una visión concreta de comunidad y misión. En 2012, el matrimonio Méndez decide comunicarle a la Iglesia Eslava que pronto dejarían el pastorado. Recuerda ese momento:

 

Empezó a correrse la bolilla de que nos íbamos y de que habíamos tenido un muy buen pastorado. Y empezaron a llover las ofertas para que vayamos a pastorear otras iglesias. Pero nada nos cerraba, seguíamos orando y yo me acordaba de Calafate y Villa la Angostura. Me acuerdo que tres veces cargué el auto pensando en ir a Calafate, pero Dios me lo impidió.

 

La experiencia de Gerardo refleja lo que Tarrius (2000) define como “territorios circulatorios”: espacios que se configuran a través del movimiento, la búsqueda y las conexiones afectivas. La identidad religiosa de Gerardo se construye en tránsito, como un camino guiado por el discernimiento espiritual y por redes de relaciones. Ante la imposibilidad de llegar a Calafate, Villa la Angostura se convirtió en la siguiente posibilidad. En mayo de 2012, Gerardo viajó al sur acompañando a su primo en un viaje de negocios a Bariloche. Investigando más sobre la región, descubrió que la Iglesia Bautista de Bariloche era la Iglesia madre de la obra en Villa la Angostura.

Detengámonos brevemente en cómo surgió esta relación. En 1991, Etelvina, la suegra del entonces pastor Villazul, visitó a su familia de Bariloche pero se hospedó en Villa la Angostura. Esta mujer, ya anciana, comenzó a visitar casa por casa encontrándose que, en el pueblo, ya había presencia evangélica.[12] Comenzaron a reunirse en la casa de Etelvina y a los 9 meses, ella tuvo que abandonar el pueblo, por lo que la obra quedó a cargo de la Iglesia Bautista de Bariloche, transcurriendo aún el pastorado de Villazul.

Cuando Gerardo se enteró de esa relación entre la Iglesia de Bariloche y la de Villa, decidió hacer una parada, para pedir autorización y visitar la obra misionera. En el año 2012, la Iglesia de Bariloche aún era pastoreada por el pastor Reyes (Moyelak, 2023). Intentando concretar una cita, Gerardo y su primo se quedaron durante una semana. El día sábado, cargaron su auto para volver a Concordia, pero recibieron un llamado del pastor, quien, previo a contactarlo, había investigado su perfil pastoral. Él recuerda:

 

Me dice [Reyes]: “No te vayas. Predica mañana en Bariloche y te vas a la tarde a ver la Villa”. Llegué de noche a la Angostura. Era post-volcán. Yo no sabía nada de eso. Parecía un campo de guerra. Lo conocí a Santiago, una charla de una hora y media arrancamos hacia Concordia. Así que ese primer encuentro con la villa no fue nada especial, no me enamoré. Pero fue lindo porque no hubo nada que me confunda. Y después en julio del 2012, Reyes nos invita nuevamente y fuimos con toda la familia a conocer la Villa. Empezamos a conocer la necesidad, hablamos con los hermanos de allí y después de que volvimos al norte entendimos muy claramente de que ese era nuestro lugar y entonces cerramos todas las otras puertas, las invitaciones y nos tiramos de cabeza.

 

Ese reconocimiento de “nuestro lugar” no es solo una respuesta espiritual, sino también una experiencia colectiva y contextual. El llamado, en este caso, toma forma a través del contacto directo con el territorio y con otros creyentes, consolidando así una identidad religiosa territorializada.

Fue así como en noviembre del 2012, Gerardo y su familia recibieron la invitación formal por parte de la Iglesia Bautista de Bariloche para pastorear la obra misionera de Villa la Angostura. Para 2013 ya se habían mudado. En 2015, la obra se constituyó como Iglesia independiente y Gerardo continúa siendo su pastor hasta el día de hoy.

  1. “El Señor intervino y puso esa carga y la posibilidad de servirle en el sur, en Onelli.”

Fiama Mesa es una mujer de aproximadamente 65 años. Nacida en la localidad de General Rodríguez, Buenos Aires, se convirtió al cristianismo en el 2001, y en el año 2005, se casó por segunda vez con Pedro Roa. Ella narra que, desde el inicio de su relación, ambos oraban con el objetivo de discernir el lugar donde Dios quería que sirvieran como matrimonio.

Una de las hermanas de Pedro, Raquel, vive en Bariloche, motivo por el cual solían venir una vez por año a visitarla. En esos encuentros, Raquel les compartía que la Iglesia a la que ella pertenecía -llamada Iglesia Woodville- estaban orando y buscando a alguien que se quede a vivir permanentemente en una obra misionera que ellos tenían en la localidad de Clemente Onelli, línea sur de Río Negro. Inicialmente, Fiama y Pedro se negaron, ya que no se imaginaban viviendo en la estepa rionegrina. Sin embargo, continuaron visitando a Raquel. La situación comenzó a cambiar en 2018 cuando según Fiama, experimentaron un cambio interior que ella interpretó como un llamado divino:

 

Y fue así hasta que 6 años atrás… el Señor intervino y puso esa carga y la posibilidad de servirle en el sur, en Onelli. Durante el 2018 y el 2019, empezamos a venir aquí a conocer el lugar y la gente con la que estaríamos. Empezamos a capacitarnos en conservas, técnicas y ya era muy evidente que el Señor quería que nos quedemos acá.

 

Este momento puede interpretarse como una “inversión afectiva” (Grossberg, 1992), donde las estructuras de sentido anteriores se suspenden y se redefine el rumbo de vida. El llamado, en este caso, no aparece como una imposición súbita, sino como una experiencia procesual, tejida en la convivencia matrimonial, la práctica de la oración y el contacto sostenido con la comunidad de referencia. El territorio —en este caso, Onelli— se incorpora paulatinamente en su horizonte espiritual, cargándose de sentido a través de visitas, vínculos y proyectos compartidos.

Convencidos de ello, Fiama y Pedro presentaron una carta de solicitud a la congregación del Woodville, la cual fue aceptada, para que ellos se trasladaran a vivir y trabajar en la obra misionera de Clemente Onelli. Actualmente, Fiama trabaja con los niños de la localidad, habiendo recibido capacitación en evangelización infantil a través de los cursos impulsados por Vanesa Guerrero en la Línea Sur.

Este proceso de llamado puede analizarse a partir de lo que propone Pilgrim (2018), quien sostiene que la identidad religiosa no es un concepto fijo, sino una construcción relacional que se conforma en la práctica y en la interacción con otros. Desde esta perspectiva, el llamado que experimentan Fiama y Pedro no se limita a una vivencia subjetiva o privada, sino que se produce y confirma en el marco de la comunidad, la oración compartida y la participación activa en las dinámicas eclesiales.

En este último testimonio, como en los anteriores, se observa cómo el llamado es experimentado a través de una combinación de elementos: voces internas, deseos personales, relaciones con otras iglesias, la oración, y eventos como predicaciones. Estos factores componen una trama desde la cual los entrevistados interpretan su experiencia como “llamados de Dios”. Esta vivencia marca un punto de inflexión en su subjetividad: de ser solamente cristianos, a asumir una identidad ligada a la misión. En el caso particular de este estudio, lo que reúne a todos ellos y ellas es que esa misión está espacialmente localizada en el sur argentino.

 

Conclusiones

Este trabajo se propuso  reconstruir y analizar las trayectorias de cinco referentes del evangelismo bautista que, entre 1985 y 2020, experimentaron lo que denominan “el llamado de Dios” para trasladarse al sur argentino. A través de sus narrativas, se observó  cómo esta experiencia religiosa no sólo configuró nuevas identidades subjetivas, sino que también impulsó procesos de movilidad geográfica, institucional y comunitaria en el marco del evangelismo bautista patagónico.

Aunque todos ellos comparten el destino territorial —la Patagonia—, las formas en que cada uno vivió, interpretó y confirmó su llamado fueron profundamente diversas: algunos lo percibieron como una voz interna o una imagen nítida, otros a través de la predicación, la oración o el consejo de personas cercanas. En todos los casos, sin embargo, este llamado marcó un antes y un después en sus vidas. No se trató únicamente de una decisión racional o estratégica, sino de un proceso vivido como revelación espiritual, que les dio un nuevo sentido de propósito y misión.

 Este recorrido permite pensar al llamado no como un evento aislado, sino como una construcción relacional y situada. Tal como plantean Grossberg (1992) o Pilgrim (2018), estas decisiones no emergen en el vacío: se constituyen en red, en diálogo con otras personas, instituciones, afectos, recuerdos, oraciones, y también con geografías específicas que cargan significados espirituales. Así, este trabajo contribuye a comprender cómo el protestantismo bautista se expande en Patagonia no solo por estrategias institucionales, sino también por medio de trayectorias subjetivas que resignifican el territorio y producen nuevos imaginarios religiosos sobre el sur. La Patagonia, en este sentido, deja de ser un mero lugar geográfico para convertirse en un territorio simbólico: un espacio donde se proyecta un sentido de misión, de consagración y de transformación personal e institucional.

 Por otro lado, la noción de movilidad se revela clave para comprender cómo estos sujetos reorganizan su vida en función de ese llamado. La movilidad no sólo implica el desplazamiento físico, sino también la capacidad de adaptarse, de crear nuevos vínculos y de fundar comunidades. Tal como se observó en los relatos, cada experiencia de traslado abrió la posibilidad de consolidar Iglesias locales, establecer redes intereclesiales y fortalecer áreas específicas del ministerio.

 Los relatos analizados permiten afirmar que estas trayectorias están dejando huella en el desarrollo del evangelismo bautista en la región. En muchos casos, los entrevistados no sólo establecieron o consolidaron iglesias locales, sino que promovieron nuevos espacios de misión, extendiendo la presencia bautista a otras localidades y generando transformaciones concretas en sus comunidades.

No obstante, aún queda mucho por indagar. Este trabajo se enfocó en reconstruir las experiencias individuales del llamado, pero sería relevante en futuras investigaciones abordar con mayor profundidad los impactos institucionales, sociales y territoriales de estas trayectorias en el evangelismo bautista norpatagónico.

En definitiva, este estudio buscó mostrar que detrás de cada decisión misionera hay historias personales complejas, atravesadas por afectos, fe, vínculos y tensiones. El sur argentino, lejos de ser un simple destino geográfico, se configura aquí como un espacio espiritual de encuentro, misión y transformación. Este análisis permite observar cómo las movilidades religiosas producen nuevas formas de habitar el territorio, reconfigurando identidades y comunidades, y aportando claves para pensar la expansión evangélica desde una perspectiva territorial y subjetiva.

 

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[1] Organismo cristiano evangélico que reúne y coordina Convenciones, uniones, fraternidades y asociaciones de las iglesias bautistas de América Latina.

[2] Fundada en 1905, con sede en EE.UU. Dentro de sus metas como organización está la de "nuclear “a los bautistas del mundo, defender los derechos humanos, responder ante la necesidad de la gente y promover la misión y el evangelismo.

[3] Acta N°143, Libro II (10 de septiembre de 1978) pág. 205. Archivo Institucional de la Primer Iglesia Bautista de San Carlos de Bariloche (AIPIBB)

[4] Acta N° 147, Libro II (11 de febrero de 1979) pág. 209. AIPIBB

[5] Acta N°175, Libro II (23 de agosto de 1981) pág. 248. AIPIBB

[6] Sebastián Hidalgo, entrevista realizada por Ana Moyelak, Bariloche, Rio Negro. Junio 2022

[7] Acta N° 242, Libro II (23 de marzo de 1987) página 392. AIPIBB

[8] Leo Villazul, entrevista realizada por Ana Moyelak, Bariloche, Rio Negro. Septiembre del 2022.

[9]Acta N°187, Libro II (30 de Octubre 1982) pág. 260. AIPIBB

[10] Paulo Bedoya, entrevista hecha por Ana Moyelak, Esquel, Chubut, Julio 2024

[11] Emilia Hernandez, entrevista hecha por Ana Moyelak, Esquel, Chubut. Julio 2024

[12] Leo Villazul, entrevista realizada por Ana Moyelak, Bariloche, Rio Negro. Septiembre del 2022.