PARTIDOS VECINALES DURANTE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA. EL CASO DEL MOVIMIENTO DE AFIRMACIÓN VECINALISTA EN LA PROVINCIA DE SANTA FE, 1982-1983. 

Por MARÍA CECILIA TONON

Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHuCSo, UNL)

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Universidad Nacional del Litoral (UNL)

Santa Fe, Argentina.

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 12, N° 24, pp. 94-123

Julio- Diciembre de 2019

ISSN 1853-7723

 

Fecha de recepción: 04/11/ 2019 - Fecha de aceptación: 27/12/2019

 

PARTIDOS VECINALES DURANTE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA. EL CASO DEL MOVIMIENTO DE AFIRMACIÓN VECINALISTA EN LA PROVINCIA DE SANTA FE, 1982-1983

Resumen

A comienzos de los años ochenta, la Argentina atravesó un proceso histórico complejo en el que se pusieron en juego distintos procedimientos de salida de la dictadura y de entrada a la institucionalidad democrática. Rasgos principales de esta transición fueron una retirada militar “desordenada” y deslegitimada frente a la sociedad, el renacimiento partidario y la profusión de afiliaciones, todo ello en un contexto de incertidumbre política.

En este marco, nos interesa indagar en este artículo el surgimiento de partidos políticos locales a principios de la década de los ochenta, tomando un caso en la localidad de Rafaela, en la provincia de Santa Fe. Estudiaremos el denominado Movimiento de Afirmación Vecinalista, entre los años 1982 y 1983, desde el momento en el que se proyectó la apertura política a nivel nacional y se gestó el partido local, hasta las elecciones de 1983 en la que triunfó considerablemente la fórmula vecinal, una de las más relevantes en la región.

 

Palabras Clave

Partidos vecinales - Transición democrática - Movimiento de Afirmación Vecinalista, - Centro-oeste santafesino, 1982-1983

 

Neighborhood parties during the democratic transition. The Neighborhood Affirmation Movement case in Central West of Santa Fe,1982-1983

Abstract

At the beginning of the eighties, Argentina went through a complex historical process in which different procedures for exiting the dictatorship and entering democratic institutions were put into play. Main features of this transition could be a “disorderly” and delegitimated military withdrawal from society; the party rebirth and the profusion of affiliations; all in a context of political uncertainty.

In this context, we aspire to research the emergence of local political parties in the early eighties, taking a case in the town of Rafaela, in Santa Fe province. We will study the Neighborhood Affirmation Movement, between 1982 and 1983, from the moment in which the political opening was projected at the national level and the local party was organized, until the elections of 1983 in which the neighborhood formula, one of the most relevant in the region, triumphed considerably.

 

Keywords

Neighborhood parties - Democratic transition - Neighborhood Affirmation Movement - Central West of Santa Fe province, 1982-1983

 

PARTIDOS VECINALES DURANTE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA. EL CASO DEL MOVIMIENTO DE AFIRMACIÓN VECINALISTA EN LA PROVINCIA DE SANTA FE, 1982-1983

En este artículo intentamos abordar el surgimiento y desarrollo de partidos vecinales durante la última transición democrática, una temática estudiada a nivel nacional fragmentariamente, o abordada tangencialmente.[1] En este sentido, la perspectiva metodológica que se propone para esta investigación es la pequeña escala, en una dimensión local, que apunte al estudio en profundidad del fenómeno seleccionado, sin perder de vista las configuraciones provinciales y nacionales.

La propuesta abreva en dos vertientes. Por un lado, en la historia del presente, es decir, aquella que se escribe al tiempo que se está produciendo. Se trata de una historia sujeta al movimiento entre la experiencia y las expectativas de los actores, por tanto, es una historia móvil, que nunca termina de suceder. Como dice el historiador Julio Aróstegui (2004), el presente no es una creación física, sino una construcción sociocultural, por ende, es distinto en cada sociedad, en cada sujeto. De esta forma, no es posible hablar de un presente, sino de “presentes”, en plural. Allí, el historiador o la historiadora tiene que dar cuenta de cómo es la historia de quienes la hacen, atendiendo a las voces de sus intérpretes, lo que lleva a trabajar con la peculiaridad de las fuentes orales, contrastándolas con fuentes de otro tipo de archivos. En este sentido, este artículo se centra fundamentalmente en entrevistas realizadas a protagonistas del hecho histórico indagado (o sus familiares), cotejadas con otros documentos, tales como artículos periodísticos, resultados electorales, folletos de campañas políticas.

En la Argentina, el campo intelectual ha preferido y utilizado de forma corriente la noción de “historia reciente” para denominar este estudio del pasado cercano. Este es un campo con un estatuto epistemológico inestable y con periodizaciones más o menos elásticas, como señalan Franco y Levín (2007). Esta categoría nos interesa esencialmente para el recorte analítico de este trabajo, sobre todo, como categoría para iluminar la historia del corto plazo.

Por otro lado, es posible indagar el objeto de análisis en el horizonte de la historia política (o historia social de lo político), particularmente aquella atenta a las relaciones cambiantes del poder y a las vinculaciones entre “sujetos sociales reales”, que permiten vislumbrar el conjunto de la sociedad (Barriera, 2002). Desde estos presupuestos, se aborda el estudio de los partidos políticos en tanto “hechos sociales”, productos de la construcción de relaciones sociales y políticas. En este sentido, se atiende a las prácticas políticas, como así también a los recursos y dirigentes que colaboran con la institucionalización de los partidos (D´Alessandro, 2010; Ferrari y Martocci, 2019).

Ambos enfoques permiten analizar la experiencia del surgimiento y desarrollo de partidos locales en el contexto de transición democrática, un proceso indeterminado y con efectos contradictorios. Los rasgos principales de este momento, según diferentes autores que analizan este proceso, fueron una retirada militar “desordenada”, que puso en evidencia las divergencias y los conflictos al interior de la cúpula castrense y que afectó la autoridad de las Fuerzas Armadas frente a la sociedad (Canelo, 2008; Acuña y Smulovitz, 2007; Fontana, 1986); las variaciones y reposicionamientos de diferentes actores sociales (Feld y Franco, 2015); el renacimiento partidario y la profusión de afiliaciones en casi todos los partidos -especialmente en los mayoritarios- (Novaro y Palermo, 2006); todo ello en el marco de un “convulsionado armado de un sistema político” (Cavarozzi, 2006) reflejo, a la vez, de una incertidumbre política (Vommaro, 2006).

Se trata de un trabajo que busca comprender el surgimiento y la articulación de actores en torno a los partidos vecinalistas, sobre la base de antecedentes escasos y dispersos, por lo que consideramos que esta propuesta permitirá iluminar una perspectiva de estudio, no nueva, pero sí novedosa en cuanto a su proyección en la localidad, y podría llegar a cubrir un área de conocimiento hasta el momento infrecuentada.

 

Transición, poder militar y municipalización de la política

Algunos de los aspectos para tener en cuenta al analizar los orígenes de los partidos vecinales durante la transición, son los vínculos que las Fuerzas Armadas fueron tejiendo con el orden local, puesto que varios de ellos se construyeron a partir del influjo de estas relaciones. En este sentido, la última dictadura militar había tratado de conformar un instrumento de poder y legitimidad política arraigado en las localidades.

De acuerdo con algunas interpretaciones, ya desde 1977 los militares intentaron abrir un canal de acercamiento y diálogo con las municipalidades, desde la “periferia del poder, hacia el centro” (Lvovich, 2010, p. 415). Esto se profundizó en 1981, durante el gobierno del general Viola, a través de una política de acercamiento con la sociedad civil y de cooptación de dirigentes locales, en la búsqueda de convenientes apoyos al régimen. Las manifestaciones aperturistas respondían al proyecto de formación de identidades políticas renovadas, nutridas y mantenidas al calor del perfil ideológico del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que, ante un eventual retorno a la democracia, se transformarían en una suerte de “descendencia” del régimen.  De esta forma, se fue conformando una

política de generación de apoyos locales para su posterior transformación en clientelas políticas. Se esperaba que dichas clientelas fueran el sustento de partidos municipalistas para las elecciones que se planeaban en el mediano plazo, en el marco de una salida institucional gradual y escalonada que empezaría por el nivel municipal (Lvovich, 2010, p. 417).

Cabe mencionar que esta suerte de construcción política a nivel local no solo supuso la cooptación de agentes estatales, sino también la de asociaciones vecinales u organizaciones locales de la sociedad civil (culturales, deportivas, de acción comunitaria, etc.), con el objeto de consolidar una participación social controlada. La conformación de una amplia red clientelar contribuyó con el fortalecimiento de algunos grupos pro militares en ámbitos sociales y políticos significativos de diferentes localidades.

En gran medida, esta construcción clientelar[2] sostenida por referentes que operaban desde los puestos del Estado y organizaciones civiles locales, no se cimentó sobre un terreno firme. Según González Bombal (1988), una vez entrada la dictadura militar en evidente decadencia después del fracaso de Malvinas en 1982,[3] los “partidos amigos” del Proceso se apresuraron a tomar distancia del gobierno de facto, al tiempo que varias movilizaciones vecinales en distintos partidos suburbanos de la provincia de Buenos Aires -como Morón, Echeverría, Merlo, Tres de Febrero, Avellaneda, Lomas de Zamora y Lanús- ocluyeron estas formas de continuismo.

A pesar del evidente fracaso de la dictadura militar por conformar un partido a nivel nacional que sea la “herencia del Proceso”, de la fragmentación y el debilitamiento de los apoyos locales que fueron construyendo a lo largo de casi una década, la influencia de la municipalización del poder militar no desapareció completamente. Esto podría estar explicando, en parte, la aparición de numerosos partidos municipalistas entre 1982 y 1983 en el Gran Buenos Aires especialmente, pero también en Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe. También estaría reflejando el apoyo electoral que tuvieron algunos exmilitares o civiles vinculados con la última dictadura que incursionaron en política desde 1983 formando sus propias agrupaciones políticas de orden provincial y nacional. Referentes de esta última tendencia fueron el Partido Acción Comunal de Tigre creado por Ubietto, 1985, la Fuerza Republicana formada por Buzzi en Tucumán en1987, la Acción Chaqueña organizada por Ruiz Palacios, en 1991, el Partido Renovador creado por Ulloa en Salta en 1991, y el Movimiento por la Dignidad y la Independencia fundado por Rico en la provincia de Buenos Aires en 1991.[4] En el caso que nos interesa indagar, encontramos algunos vínculos con estos partidos que surgieron bajo la promoción de militares en esa época. En Rafaela, el vecinalismo cobró forma en torno a la figura de un exdirigente ucrista y referente político de la ciudad, aspectos que lo asemejan bastante al ubiettismo[5] en el Partido de Tigre (Cichowolski, 2012).

Llegados a este punto nos preguntamos cómo explicar este proceso de construcción de nuevos partidos surgidos en las localidades durante la transición. Asimismo, qué variables podríamos tener en cuenta para analizarlo. Pensamos que hay circunstancias hacia fines de la dictadura, en los órdenes nacional, provincial y local, que favorecieron la construcción política desde lo local, entre las que podemos mencionar:

§  El debilitamiento o “colapso” de la dirigencia política tradicional, particularmente en los partidos tradicionales (Partido Justicialista –PJ– y Unión Cívica Radical –UCR–).

§  La delicada situación de los partidos afines al régimen militar que operaron desde los puestos de los estados provincial o municipal, como el Movimiento Línea Popular (MOLIPO)[6] y el Partido Demócrata Progresista (PDP), en la provincia de Santa Fe (Águila, 2008; Maina, 2005, 2008, 2014, 2015; Tonon, 2011).

§  La situación de incertidumbre del electorado en ese momento y la búsqueda de candidaturas alternativas (Adrogué, 1993).

Estas variables son algunas de las que se han tenido en cuenta para intentar explicar el surgimiento en Rafaela de un partido vecinal, de impronta personalista tradicional.

 

La transición en el nivel subnacional. La ciudad de Rafaela en la provincia de Santa Fe

Hacia 1981, la situación política de esta localidad santafesina distaba de ser diferente de lo que sucedía en el resto del país. A comienzos de diciembre de ese año había comenzado a organizarse a nivel local la Multipartidaria[7] con representantes de los partidos mayoritarios para la época: UCR, PJ y Línea Popular; definiendo una estructura organizativa dividida en dos comisiones: la Intersectorial y la de Asuntos Locales y Zonales, con el objeto de mantener activos contactos con la Multipartidaria a nivel provincial y otros actores de la comunidad local. A esta estructura originaria se sumarán luego representantes del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y del Partido Intransigente (PI).

Para 1982, mientras avanzaba la confección del Estatuto de los Partidos Políticos, la Cámara Nacional Electoral informaba que 81 partidos habían iniciado los trámites para encuadrarse en él. De ese total, 57 pidieron su reorganización y 24 se presentaron por primera vez. En la provincia de Santa Fe pidieron reorganización el PJ, el PDP, la UCR, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), el PDC, el Partido Federal (PF), el Frente de Izquierda Popular (FIP), el MOLIPO, el Partido Intransigente Federalista (PIF), la Unión Popular (UP), el Partido Conservador Popular (PCP), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST).[8] Los que se organizaron desde nuevas bases fueron el Partido Comunista (PC), el Partido Socialista Popular (PSP), el PI y el Partido para la Democracia Social (PDS). Este último se había conformado bajo la órbita del exmiembro de la junta militar, almirante (r) Emilio Eduardo Massera e hizo su presentación a nivel provincial el 7 de octubre de 1982 en la ciudad de Santa Fe. Este partido tenía como secretario general a un rafaelino que, a la vez, asumía “la principal representatividad en Rafaela”.[9]

Sobre las versiones de un “partido del Proceso”, el presidente del MOLIPO a nivel provincial, expresaba en una entrevista a un diario rafaelino[10] que si bien el gobierno nacional negaba la conformación de un partido oficialista, por otra parte promovía “su lanzamiento público” y fomentaba el colaboracionismo con el oficialismo. Esto lo hacía a través de los “dirigentes políticos que llega[ba]n a las gobernaciones, ministerios, municipalidades, subsecretarías, etc- y [a través de] otras fuerzas políticas como la FUFEPO (Fuerza Federalista Popular) y sectores de otras agrupaciones”.[11] Dentro de estas “otras agrupaciones”, estaba la evidente vinculación entre el PDP y el Proceso. En la columna “La Opinión política” el vespertino rafaelino refería a las aproximadas 130 intendencias y comunas de la provincia que estaban a cargo de civiles representantes del PDP.[12] Sin embargo, también daba cuenta del aparente “cambio de camiseta”, puesto que una fracción del partido (como Acción Progresista, de Molinas) estaba dispuesta a dejar de apoyar al Proceso. Esta situación, según el diario, estaba “moviendo los cimientos de la intendencia rosarina”, hecho que podía llegar a afectar a la dirigencia demoprogresista rafaelina.

Paralelamente a estos realineamientos partidarios, comenzaron a aparecer renuncias en municipalidades y comunas, para “ir ubicando en ellas a elementos identificados con la línea política del […] gobierno provincial que lidera[ba] el señor Roberto Enrique Casís”.[13] En esta línea, también se “renovaron” autoridades que seguirían la filiación política del gobernador en Vera, Ceres, San Lorenzo, Villa Constitución, Rufino, San Nicolás, Esperanza. En Rafaela, si bien circulaban versiones en los diarios locales de un posible recambio de intendentes,[14] el ejecutivo municipal continuó a cargo de Juan Carlos Borio, representante del PDP local.

Hacia fines de 1982 y principios de 1983, una intensa actividad partidaria fue dando cuerpo a la “primavera” democrática en Rafaela: demócratas, radicales, peronistas, MOLIPO, desarrollistas, intransigentes, democristianos, comunistas y vecinalistas fueron algunas de las principales corrientes políticas que aparecieron en las diferentes noticias de los diarios locales. En la ciudad se elucubró fuertemente con el nombre de los candidatos a intendentes, puesto que en Rafaela (como en otras localidades de la región) se trata de la magistratura más significativa, a partir de la cual se definen los cargos del partido y las rearticulaciones de los puestos para el orden legislativo local y provincial. Sin embargo, según el vespertino La Opinión, este tema era “sistemáticamente esquivado para considerarlo en ruedas más o menos amplias”. La excepción lo constituía el Movimiento de Afirmación Vecinalista (MAV), que para esa fecha ya tenía elegido su representante para el Ejecutivo con una “elevada cantidad de adhesiones”. Se trataba del exintendente Rodolfo Bienvenido Muriel, que estaba “a la espera de la fecha y lugar para la asamblea constitutiva, que le otorgue la formación legal correspondiente”.[15]

El PDP, que venía de una gestión ininterrumpida desde 1973, parecía moverse cómodo, aunque algunos de sus miembros intuían que los años de gestión demoprogresista durante la dictadura, a pesar de tratarse de una gestión “eficiente”, “no les facilita[ría] las cosas” en la ciudad. Mientras tanto, la UCR aparecía trastocada particularmente por el empuje de los sectores más jóvenes dentro del partido, especialmente de la línea Renovación y Cambio que iba a pelear por imponer sus candidatos en las internas locales. A esta paleta variopinta había que sumarle la influencia del gremialismo, sectorizado en torno a la Confederación General del Trabajo Regional (trabajadores de la construcción, lucifuercistas, camioneros, bancarios, panaderos, hasta totalizar una veintena de gremios) y la Agrupación Lealtad (mecánicos, metalúrgicos, trabajadores de la carne, municipales, sindicato del vestido, hasta totalizar una quincena de gremios), que presionaba por “inscribir” candidatos para el sector justicialista. Finalmente, se evidenciaba la presencia de sectores de izquierda, tras la inauguración de un local partidario en la ciudad del FIP, que por ese entonces lideraba Jorge A. Ramos.

Como puede observarse hasta aquí, nos encontramos con un panorama político que, en parte, era consustancial con las circunstancias políticas a nivel provincial y nacional, es decir, los partidos tradicionales que daban marcha a la maquinaria partidaria electoral, discutiendo candidaturas para seleccionar al representante más “idóneo”, elaborando estrategias de campaña, o retomando viejas y conocidas fórmulas capaces de convocar a un electorado que venía de años de no votar, o intentando redefinir una imagen sensiblemente trastocada por su filiación con el Proceso, como en el caso del PDP. 

La particularidad local, en cambio, se presentó con el nacimiento, desarrollo y consolidación del MAV. Si bien este tipo de agrupación no fue una novedad a nivel nacional, ya que en este periodo surgieron partidos vecinales bajo la promoción de los militares (Adrogué, 1993; Pavón, 2001), el que aquí interesa se conformó por fuera de la órbita castrense, aunque con evidentes vinculaciones con la maquinaria municipalista que los militares habían instalado en los últimos años de dictadura (Canelo, 2015). 

A continuación, abordaremos el proceso de conformación del partido vecinal desde donde se podrá vislumbrar estos aspectos referidos.

 

El Movimiento de Afirmación Vecinalista: orígenes e institucionalización de un partido vecinal, de impronta personalista tradicional

Muriel vuelve. Bienvenido Muriel [16]

El 7 de octubre de 1982 se publicó la noticia de la conformación de un “movimiento local”, de carácter “exclusivamente vecinalista”. Se trataba de un movimiento que al momento contaba con un “elevado número de adherentes”, conciliaba el apoyo de “distintos sectores de la comunidad” y era un partido exclusivamente “rafaelino”, que dejaba “en plena libertad a sus afiliados para optar en los demás órdenes”, dado que en sus filas confluían “personas identificadas con otras corrientes políticas”. En ese momento, lo sobresaliente era la determinación de quien sería el representante para el cargo de intendente de este movimiento, y allí apareció el nombre del exintendente Rodolfo Muriel, que “ha[bía] prestado su total conformidad para conducirlo”.[17] En cierta forma, Muriel respondía a lo que Álvarez Junco (1994) refiere como el perfil del “dirigente” político clásico, de élite, “superior de alguna manera a sus seguidores”, con tendencias “a enseñar, a orientar, a `dirigir´”.

Desde sus primeras apariciones públicas, el movimiento destacó su contenido localista, su “esencia vecinalista”, su perfil “comunitario”, “popular” y su versión “municipal” en la propuesta de gobierno y, en este sentido, una insistencia permanente a diferenciarse de los órdenes provincial y nacional. De acuerdo con esto, la medida aperturista de dejar en “libertad de acción en cuanto a la inclinación política individual en el orden provincial y nacional”, se condice con la capacidad de absorber miembros de diferentes simpatías políticas: “…la agrupación sólo fija su filosofía y acción en el orden localista, como expresión válida de los vecinos que componemos esta ciudad” (…) “de esta forma, todas las ideologías políticas pueden tener cabida en él…”.[18]

Muriel se presentó ante el electorado con una política de apertura con respecto a las demás fuerzas políticas que tradujo un relajamiento de la intensidad ideológica del trasfondo político tradicional, con una apuesta a un programa que recuperó otros valores más generales y no ya los específicamente partidarios. Haciendo una lectura en términos de tipologías de partidos, parecería que estamos ante una propuesta que manifestaba rasgos del tipo “catch all party” de Kirchheimer (1980) o del partido profesional electoral de Panebianco (1990).

Esta revalorización de lo local por parte de la agrupación estaba fuertemente vinculada con la elección de quien sería su representante para el máximo cargo municipal. En este sentido, la figura de Muriel, como un viejo caudillo, referente de una política progresista y modernizadora para la ciudad en años precedentes, suponía un plus significativo para presentar a los y las votantes de Rafaela. Para el rafaelino tradicional, descendiente de inmigrantes europeos, de clase media,[19] decir Muriel en esta época era referir a “quien fuera intendente de la ciudad por muchos años”, a una “figura indiscutible”, de “mucha experiencia” y con una “destacada labor cumplida frente al municipio, pleno de realizaciones que redundaron en beneficio de lo que es hoy Rafaela”.[20]

En contraposición con la inestabilidad institucional que se venía viviendo desde los sesenta a nivel nacional, parecía que en Rafaela la política local, cada vez más aislada, transgredía esta tendencia: los intendentes se mantenían por mucho tiempo, eran casi siempre los mismos, a pesar de tratarse de períodos históricos muy diferentes,[21] y esto les permitía un margen de maniobra prospectivo y coherente con algunos intereses locales, esto es, el fortalecimiento de la eficiencia y el desarrollo. Para el rafaelino y la rafaelina promedio, esto suponía un aval importante, más allá del color del partido o de los antecedentes de los gobernantes.

En este sentido, no importaba si Muriel, un tradicional representante del ucrismo, había “traicionado” al partido oficiando como interventor durante el onganiato,[22] en todo caso, lo que quedaba en el imaginario local era que entre 1959 y 1973 había hecho importantes obras para la ciudad. Pareciera, en definitiva, que esto le valió el apoyo en la vuelta de la democracia. Ahora bien, ¿quién era Muriel?

Rodolfo Bienvenido Muriel, “el gallego”, era rafaelino, militante radical desde su juventud y llegó a ser presidente del Comité de Distrito y delegado en el Comité Departamental de la UCR durante la década de 1950. Luego de la división del partido, formó parte de las filas ucristas para luego pasar a militar en el MID. Fue empleado en diversas firmas de la ciudad y se destacó en el rubro comercial, actividades que lo llevaron a trascender de la localidad. Reconocido por ello y por su participación política, este radical cobró aún más importancia hacia fines de la década de 1950 cuando era presidente del Concejo, y accedió a la titularidad del Ejecutivo luego de la renuncia del intendente Ernesto Beckert (nombrado en 1958).[23] A partir de allí, Muriel inició una gestión municipal continuada de 14 años (1959-1973). Posteriormente, sus vínculos lo llevaron a desempeñarse como secretario de Prensa y Difusión de la provincia de Santa Fe, durante la segunda gobernación de Silvestre Begnis (1973-1976). Luego fue interventor de la Caja de Previsión Social de los Agentes Civiles del Estado entre 1982 y 1983, cargo del que se alejó al ser convocado para ejercer la candidatura del nuevo movimiento vecinal.

Para fines de diciembre de 1982, la organización tomó forma tras la conformación de la primera Junta Provisoria oficial. Como advertimos en páginas precedentes, fue la primera que empezó con los procedimientos para las futuras elecciones y que logró en seis meses la suma aproximada de 4000 afiliados, aventajando claramente al resto de las fórmulas políticas. Mientras los partidos tradicionales evidenciaban las dificultades internas que retrasarían las candidaturas y el accionar de campaña.   

Como podemos observar, el vecinalismo logró acaparar rápidamente el interés y el entusiasmo de un electorado que por años estuvo sin actividad.[24] Lo hizo a través de una estrategia de campaña movilizadora, aspecto relevante y particular de este tipo de movimiento, que parecía diferenciarlo del resto de los partidos tradicionales:

…la creación de un partido el cual no se estaba atado a las estructuras tradicionales y le permitía al vecino ocuparse de las propias cosas que ocurrían en la ciudad sin pensar en la solución de problemas de orden nacional, eso hizo que la propuesta del MAV sea la más votada. Aparte, se había hecho una importante formación de estructura en los barrios, con mucha gente trabajando en cada uno de los sectores.[25]

La coherencia interna y la centralidad del líder, la alianza con otros partidos, la rápida estrategia electoralista de comunión con los vecinos y el trabajo en los barrios[26] fueron otras de las causas que hicieron que el partido vecinal se aventajara en la carrera hacia la intendencia.

 

El proceso electoral

El proceso eleccionario resultó prolongado y fuertemente competitivo. Las diferentes estrategias de campaña puestas en práctica manifestaron el nivel de cohesión y el estado general de la situación de los partidos más tradicionales. A través de los medios gráficos es posible observar que en las distintas fuerzas flotaba un hálito triunfalista o, mejor dicho, un cierto convencimiento tácito de que había posibilidades de ganar la intendencia o, aunque más no fuese, alguna concejalía: radicales, peronistas, demoprogresistas, todos creían que iban a ganar. Los demócratas por su tradicional posición en la ciudad y por los antecedentes inmediatos de las intendencias de Borio (1976-1983) y de Cordero (1973-1976); los radicales por el peso que estaba teniendo el partido a nivel nacional; los peronistas porque confiaban en su “piso” del 40 por ciento.[27] Entre ellos, pululaban varios partidos minoritarios, confiados en eventuales alianzas, como el PDC y, por supuesto, la maquinaria de la nueva fuerza política vecinalista.[28] En este ambiente surgieron las propuestas de campaña.

Como mencionábamos anteriormente, el MAV inició y puso en práctica una amplia variedad de recursos proselitistas. A los ya tradicionales de inauguración de locales partidarios (denominados por los vecinalistas “centros” o “grupos cívicos”),[29] la creación de comisiones al interior del propio partido[30] (incorporando la rama femenina y juvenil), la visita a barrios, industrias e instituciones significativas de la ciudad, se le sumó la organización de “almuerzos de camaradería partidaria” y en el marco de estos, la temprana organización y presentación del equipo de gobierno[31] y la elaboración de dispositivos identificatorios, como la marcha “Vamos Muriel” y la bandera partidaria.[32] Otros elementos simbólicos importantes fueron la entrega de la “llave” de la ciudad y el bastón de mando al candidato a intendente en actos barriales. [33]

Mientras el MAV arrollaba con una fuerte organización de campaña, otra organización que competía, la UCR, aparecía claramente dividida a nivel local entre, por un lado, un grupo denominado Movimiento de Unidad Radical (MUR), y por otro, uno correspondiente al Movimiento de Renovación y Cambio, con personalidades que después tendrían una fuerte presencia a nivel local y provincial. Ambos grupos avalaban al alfonsinismo a nivel nacional.[34] Su propaganda partidaria apelaba a la “moralidad administrativa” (aspecto que también iba a remarcar el PDP), a los tradicionales “preceptos republicanos” de la UCR, a la vez que reforzaban la defensa de la autonomía y el accionar municipal. Los dirigentes prometían una “recompensa espiritual” que recibiría el electorado si los votaban.[35]

Mientras tanto, el PDP daba cuenta de un aumento de la participación de afiliados evidenciado en los resultados de los comicios internos que no eran obligatorios, tanto a nivel local como regional. En la lista de candidatos del PDP se observa un fuerte perfil profesional de sus integrantes, sobre todo del rubro ingenieros, abogados y escribanos, como así también representantes de la industria y el comercio.  Sin embargo, a lo largo de toda la campaña hubo una gran ausencia: la figura del intendente demoprogresista en funciones, Juan Carlos Borio. Podemos argumentar que la candidatura de Borio fue dejada de lado, por una parte, porque su ligazón con la reciente dictadura podía perjudicar aún más la competencia en el proceso electoral. En una entrevista realizada a uno de los representantes del PDP local, el dirigente expresaba que era muy posible que la participación en la intervención durante la última dictadura militar los hubiese afectado en las elecciones de 1983.[36] Por otra parte, había ciertas diferencias internas entre Borio y sectores del PDP, particularmente ante la renuencia del intendente “para desprenderse de algunos colaboradores a exigencias del partido”.[37] 

Mientras esto sucedía al interior de estas fuerzas, el otro partido mayoritario, el PJ, atravesaba una intensa lucha interna. Al menos tres listas se disputarían las internas del justicialismo local: la “17 de octubre”, los “verticalistas”, y la “Coordinadora”, en alianza con la “Mesa Unificadora”, estas últimas fuertemente apoyados por sectores gremiales. La interna la ganaría finalmente el grupo más tradicional: el “17 de octubre”, liderado por Luis Parra, pero luego se desplegaría una lucha entre las tres líneas para ordenar los cargos. Finalmente, la maquinaria parrista arrasó con las divisiones a tal punto que su local partidario se transformó en la “Central justicialista rafaelina”, imponiendo, a su vez, al candidato a intendente: Viviano Parra, hermano de Luis.

Si de contienda electoral se trataba, entre el PJ y el MAV la táctica de golpear al mayor enemigo no tardó en aparecer. En conferencia de prensa, Luis Parra arremetió contra el murielismo tachándolo de “fiel representante de Onganía, Martínez de Hoz y Krieger Vasena, porque fue un colaborador directo en distintos gobiernos militares”, además de mencionar que “los peronistas que votan a ese movimiento no han leído nunca la doctrina peronista”, y agregaba que votar por el mismo [el partido vecinalista] era votar “en contra de la ciudad”. A la voz de Parra se le sumaba la de un representante de la CGT Azopardo de Rafaela, que mencionaba que “los grupos vecinalistas surgidos en la provincia ‘son la cría del Proceso’ y que fueron ‘engendrados desde el riñón mismo del proceso’”.[38]

Las diatribas peronistas tenían con qué sostenerse. Era de público conocimiento (ya que había aparecido en diferentes noticias locales) que a mediados de 1983, Muriel, el presidente de la Junta promotora del partido y otros miembros habían viajado a la localidad de Olavarría a una reunión de partidos vecinales. De acuerdo con lo que expresan los medios de prensa, en una de las convocatorias habían estado presentes el Dr. Jaime Smart[39] y un “calificado dirigente municipalista”, el Capitán (R.E) César Mouján,[40] de Chascomús. Asimismo, en otra reunión organizada también en Olavarría por el Movimiento de Reafirmación Comunal, que nucleaba a distintos movimientos municipalistas de la provincia de Buenos Aires, la única delegación invitada en calidad de extra provincial había sido la de Rafaela.[41] El impacto que supuso la vinculación del vecinalismo rafaelino con estos grupos bonaerenses puede notarse en las palabras de uno de los máximos representantes del MAV: 

Tomamos contacto con el capitán Mouján o Bouján (…) Dirigía la mayoría de los partidos vecinales que se habían formado en la provincia de Buenos Aires. (…) Fuimos en avión particular a la mañana temprano, asistimos a la reunión del Partido Vecinal de Olavarría, copiamos muchas cosas, entre ellas la música (…) y adaptamos la folletería, copiamos algunas reglamentaciones internas. Me traje instrucciones de este capitán: cómo recaudar sin presionar, cómo llegar a la gente, a los distintos estratos sociales… […] De ahí traje mucha información.[42]

Se evidencia a través de las palabras de este vecinalista, la infiltración de la estrategia de poder y legitimidad tejida por la última dictadura militar a nivel local y cómo caló hondo en estos partidos vecinales, al menos en el caso rafaelino.

Lo cierto es que, hacia finales de la campaña, la vinculación de algunos candidatos o partidos con las más recientes o anteriores formas autoritarias de gobierno fue el caballo de batalla para quienes deseaban desacreditar al oponente. Además, a las críticas al MAV por sus recientes “reuniones” con partidos promilitares, se sumaban los vínculos y antecedentes personales que Muriel tenía con sectores del MOLIPO (particularmente el ex secretario de Comunas, Jorge Gorosito).[43]

La elección del 30 de octubre de 1983 dio el triunfo a nivel local al MAV, que ganó por una amplia diferencia (40,46%) sobre el segundo, que fue el PJ (25,69%). Siguieron en orden de apoyo popular el PDP (18,39%), que quedó tercero y en cuarto lugar, la UCR (13, 1%). El resto de los partidos obtuvo un ínfimo porcentaje, entre ellos el PDC, que en algún momento del proceso electoral habría discutido con el MAV la posibilidad de una concejalía y una secretaría, pero que finalmente había fracasado.[44] Sin embargo, hay algunos indicios de que el partido triunfante había efectivamente “negociado” con algunas organizaciones partidarias para que se sumen a la candidatura de Muriel. En entrevista con la autora, un militante del MAV reconoció alianzas con otros partidos: “se hizo un arreglo con algunos dirigentes que votaban a Muriel como intendente y a sus propios concejales, pero era algo por lo bajo, no oficial. Por eso en la elección hubo una diferencia entre la intendencia y los concejales del MAV de 1300-1500 votos”.[45]

El balance general de la elección del 30 de octubre en la ciudad evidenció un éxito singular de la UCR para los cargos nacionales y provinciales (gobernador y diputados), no así en el nivel local, considerablemente superada por la fórmula vecinalista. Estos mismos resultados se vieron reflejados en el total departamental, donde el radicalismo venció a la fórmula del PJ, tanto a nivel nacional, como provincial.[46] Sin embargo, a nivel local, la presencia del radicalismo fue prácticamente inexistente.[47]

El Concejo Municipal quedó conformado de la siguiente manera: MAV: cuatro concejales; PJ: dos concejales; PDP: un concejal; UCR: un concejal. Al menos todas las fuerzas políticas mayoritarias alcanzaron su representación en el cuerpo legislativo local, aunque con mayoría vecinalista. De esta forma, los resultados electorales mostraron una estructura política local que había variado sensiblemente en el sentido de la composición de fuerzas: la conformación de una novedosa forma de reclutar y organizar a los diferentes intereses de los vecinos a través de un político tradicional, dando origen a un partido de raíz municipal. En este sentido, el éxito vecinalista o, más bien “murielista”, radicó en concentrar el apoyo de los votos de una importante clase media  y media alta conservadora, y el voto de los sectores subalternos, gracias a una experiencia previa de catorce años de gobierno en el que los vecinos pudieron comprobar una gestión de obras y un desarrollo urbano,[48] lo que permitió forjar un liderazgo progresista y un programa de gobierno durante los ochenta (1983-1989), que les garantizaba a “todos” los rafaelinos mantener el crecimiento de la ciudad.   

 

Conclusiones

De lo expuesto podemos concluir que el MAV fue una creación no nueva, pero si novedosa, en la medida en que se alejaba de los convencionalismos de los partidos políticos históricos de la Argentina, porque su composición (“los vecinos”) y sus objetivos (“las necesidades de los vecinos”) tuvieron una fuerte impronta local, vecinal. Asimismo, se distinguió de otros partidos vecinales surgidos en la misma época porque no fue promovido directamente por los militares en retirada, aunque sí se reconoció el haber tomado contacto con algunos de estos y haber utilizado ciertos elementos identificatorios. Por otra parte, su principal referente, Rodolfo Muriel, además de haber sido funcionario de la dictadura de Onganía, obtuvo un cargo en la provincia durante la última dictadura militar, aspectos que señalarían la pervivencia de la influencia del poder militar en la política pre eleccionaria. 

Sin embargo, la particularidad de este movimiento se sustrae de los moldes originales en la medida que tanto su líder como su forma de hacer política provinieron de los marcos políticos tradicionales. Muriel provenía del radicalismo (más específicamente del tronco frondicista), pero también estuvo ligado al onganiato y al conservadurismo de los sesenta por el cargo que había tenido como interventor del municipio en aquella época. Entonces, las fórmulas tradicionales, convencionales de “hacer” política trastrocaron lo que el movimiento tuvo de novedad y marcó su propia existencia y pervivencia.   

El MAV fue el resultado de una combinación de liderazgo de tradición política, desarticulación de los partidos tradicionales (UCR, PJ), delicada situación de los partidos afines al régimen militar (PDP), con los cambios en los sujetos de la representación política durante la transición. El contexto de renovación democrática favoreció a que un número cada vez más importante de “indecisos” e “independientes” (Vommaro, 2006) buscaran opciones político-electorales alternativas a los partidos mayoritarios (Adrogué, 1993), identificándose con una versión partidaria local, “a lo rafaelino”.

En este sentido, el éxito vecinalista o, más bien, “murielista”, radicó en concentrar el apoyo de los votos de una importante clase media, media alta conservadora y el voto de sectores subalternos, gracias a una experiencia de catorce años de gobierno, en el que los vecinos pudieron comprobar una gestión de obras y desarrollo urbano, que le permitió forjar un liderazgo progresista y un programa de gobierno durante los ochenta, que les garantizaba a “todos” los rafaelinos mantener el crecimiento de la ciudad.   

El contenido de este artículo, lejos de ser concluyente, es una aproximación al estudio de los procesos de conformación de partidos vecinales en el contexto de la renovación democrática de los años ochenta en nuestro país. Constituye una puerta de entrada a un universo poco estudiado, tanto en el nivel nacional como en el local. Sobre el caso propuesto estimamos haber realizado una pesquisa intensa, pero también somos conscientes de que aún resta un camino importante por recorrer, tanto en la detección de nuevas fuentes (documentación partidaria, grabaciones y/o filmaciones de actos de campaña, entrevistas a otros militantes del vecinalismo y de fuerzas opositoras), como en la profundización del análisis de materiales ya recabados hasta el momento, con miras a un estudio comparativo de este movimiento rafaelino respecto de otros que también se desplegaron en la provincia de Santa Fe y en provincias vecinas.    

 

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[1] Sin pretender hacer referencias exhaustivas, podemos mencionar los aportes de Adrogué, G. (1993), Lacoste, P. (1993), Borrelli, M. y Saborido, J. (2011), Canelo (2008, 2011, 2013 y 2015), Gómez (2013), acerca de la participación de militares en la política y su influencia en la formación de partidos vecinales; o los de Rodríguez (2009), Lvovich (2010, 2010a), Zapata (2010) y Cichowolski (2012), sobre el apoyo electoral que tuvieron algunos exmilitares o civiles vinculados con la última dictadura, que incursionaron en política desde 1983. En el caso de la provincia de Santa Fe, espacio en el que se emplaza nuestro universo de análisis, algunos trabajos que aportan a estas temáticas son los de Águila (2008, 2017), los de Maina (2005, 2008, 2014, 2014b) respecto de los partidos tradicionales a fines del régimen dictatorial, o Tonon (2011), para el caso rafaelino.

[2] Seguimos aquí la interpretación en la que Lvovich (2010), da cuenta de la conformación de apoyos locales por parte de la última dictadura militar y su transformación en clientelas políticas, como antesala de la formación de partidos municipalistas ante las próximas elecciones. 

[3] La derrota argentina en el conflicto de las Islas Malvinas, en junio de 1982, supuso un parteaguas para la dictadura militar. A partir de ese momento, se agilizó el proceso de decadencia del régimen militar, evidenciado en la eclosión de la crisis interna de las Fuerzas Armadas que llevó a la disolución de la Junta militar, con el consiguiente traspaso del mando al Ejército, y la entrega del poder ejecutivo nacional al General Reynaldo Bignone. Este complejo proceso, aquí sintetizado, puede estudiarse en profundidad en Canelo (2008).

[4] Para el estudio de estas formaciones políticas puede consultarse Lacoste (1993), Adrogué (1993), Pavón (2001), Cichowolski (2012).

[5] Ricardo Ubietto había participado del gobierno municipal de la localidad de Tigre (provincia de Buenos Aires) en el año 1979, como tercer intendente civil nombrado por los militares. Provenía del radicalismo, probablemente de las filas de la Unión Cívica Radical Intransigente. Desafiliado de la UCR en 1983 por su participación durante la dictadura, reaparece en 1985 formando un partido local denominado Acción Comunal que gobernó el municipio desde ese año hasta 2007. Para ampliar esta información, véase Cichowolski (2012).

[6] El MOLIPO fue una línea del radicalismo liderada a nivel nacional por el entrerriano Domingorena y, a nivel provincial, por J. Sylvestre Begnis (hijo del exgobernador), cuyo presidente a nivel provincial era el Dr. Borella (de la ciudad de Rafaela). Ver Maina (2006, 2014, 2015).

[7] La multipartidaria fue una organización surgida a nivel nacional a comienzos de 1981, que configuró un espacio de articulación entre distintas agrupaciones políticas con las intenciones de promover acciones para volver al Estado de Derecho, la normalización de la actividad política, gremial, cultural y empresaria, el retorno a la institucionalización, etc. A partir de esta entidad nacional se configuraron distintas multipartidarias en los órdenes provincial y local.

[8] Se presentó planteando la inconstitucionalidad de la ley 21325 que disponía su disolución.

[9] “La opinión política”, en La Opinión, 11 de octubre de 1982; “La opinión política”, en La Opinión, 2 de noviembre de 1982.

[10] Teniendo en cuenta que la prensa, en tanto empresa editorial, formadora y transformadora de información, se ha convertido en un actor sociopolítico fundamental en las sociedades modernas (Lanzillotta, 2019), recuperamos sus aportes para poder rescatar los acontecimientos y el estado de opinión latente en el periodo y el espacio seleccionados para este trabajo.

Para la época convivían dos diarios en Rafaela: Castellanos y La Opinión. No existen investigaciones que los hayan tomado como objetos de estudio a partir de las cuales podríamos caracterizarlos en profundidad. A título informativo, y sobre la base de datos muy generales que disponemos, señalaremos que diario Castellanos fue fundado en 1938 por Juan B. Audenino y Francisco Pérez Torres, ambos representantes de la UCR a nivel local. Por su parte, La Opinión, que surgió en 1921, desde la década de 1950 estuvo más ligado al peronismo, teniendo en cuenta que uno de sus socios fundadores, Rafael Actis, fue un destacado representante del PJ local. Si bien para la época circulaban diarios de tirada provincial, (El Litoral) y nacional (Clarín y La Nación, mayormente), los más leídos eran los rafaelinos puesto que en ellos convergían tanto las noticias nacionales, como provinciales (que aparecían en la primera plana y las primeras páginas), juntamente con las locales.

[11] “La opinión política”, en La Opinión, 8 de marzo de 1982.

[12]La opinión política”, en La Opinión, 20 de marzo de 1982.

[13] “La opinión política”, en La Opinión, 23 de marzo de 1982. Al momento de ser elegido gobernador (en enero de 1982, en reemplazo del contraalmirante –r– Rodolfo C. Luccheta), Roberto Enrique Casís pertenecía al MOLIPO -véase nota número 6-. De profesión farmacéutico, había sido secretario privado del exgobernador Carlos Sylvestre Begnis durante sus dos periodos de gobierno (1958-1962 y 1973-1976), e intendente de la ciudad de Santa Fe (1981-1982), previamente a su designación como gobernador. 

[14] Las sospechas de ofrecimiento del cargo de intendente recaían en el nombre de Rodolfo Muriel, exintendente de Rafaela, de tradición ucrista y, para esta época, representante del MID en la ciudad. Cada una de estas versiones fueron refutadas tanto por el representante del MID a nivel provincial (Dr. Ángel Pesce), como por el mismo Muriel. La Opinión, 19 de marzo de 1982.

[15] “Los comicios y sus candidatos”, en La Opinión, 16 de noviembre de 1982.

[16] Muriel vuelve. Bienvenido Muriel”, era el slogan de la campaña de los vecinalistas en las elecciones de 1983. Para su formulación, jugaron con el segundo nombre del candidato a intendente: Bienvenido. F.M., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 15 de marzo de 2008.

[17]Actividad política”, en La Opinión, 7 de octubre de 1982.

[18] “Asamblea constitutiva realizará hoy el MAV”, en La Opinión, 20 de diciembre de 1982.

[19] Sobre las características del “gringo” rafaelino, cf. Imfeld (1984, 1999)

[20]Movimiento de Afirmación Vecinalista”, en La Opinión, 18 de diciembre de 1982.

[21] Muriel será intendente de1963 a 1973 y de 1983 a 1990; Cordero y Borio, ambos del PDP, entre 1973 a 1976 y de 1976 a 1983, respectivamente.

[22] En entrevista con la autora, un exdirigente radical refiere esta suerte de “traición” al partido por parte de Muriel: “El radicalismo, una vez, lo invita a afiliarse, a él y a casi todos los del MAV, y el radicalismo lo afilia. [Si bien el entrevistado no lo expresa, estimamos que hace referencia al año 1983, previo a las elecciones] Entonces, yo planteo la impugnación de la afiliación de él, porque había dos líneas paralelas […] Muriel había quedado con el golpe de Estado de Onganía al frente del gobierno, es decir, lo habían volteado a Illia y se habían quedado con los militares, entonces ¿dónde estábamos parados…? Ahí empieza un poco el planteo contra Muriel, de mi parte...” P. C., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 20 de mayo de 2008.

[23] Debemos tener en cuenta que todas las ciudades de los distintos departamentos de la Provincia de Santa Fe estuvieron sujetas a las leyes constitucionales electorales que, hasta la década de los setenta, determinaron el nombramiento de los poderes ejecutivos locales por parte de los poderes provinciales. Cabe mencionar dos intervenciones de voto directo, por cambios en las constituciones provinciales vigentes, en los años 1932 y 1963. Luego, hay debe tenerse en cuenta el período de facto 1976-1983 en el que no hubo llamado a elecciones. Véase Archivo de la Biblioteca Popular Almafuerte, Comisión Redactora de la Historia de las Instituciones de la provincia de Santa Fe, 1970.  ps.77, 88, 106, 107, 116.

[24] Vommaro, 2006, pp.246-247.

[25] F.M., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 15 de marzo de 2008.

[26] Una vez constituido formalmente el partido, comenzaba la conformación de las denominadas “comisiones de trabajo” en los diferentes barrios a los que asistían diferentes autoridades del partido y el propio Muriel (La Opinión, 20 de enero de 1983). Cada comisión barrial estaba organizada por una junta partidaria, con su presidente, vice, secretario, secretario de actas, tesorero y vocales. “Movimiento vecinalista”, en La Opinión, 11 de febrero de 1983.

[27] Lo que refiere Vommaro (2006) sobre el “peso de la historia” y la condición del peronismo como partido históricamente mayoritario y ganador de elecciones, no se condice en el caso rafaelino. Si bien el peronismo tuvo un papel importante en la localidad, no fue “históricamente” ganador.

[28] No hay que perder de vista en este análisis la modificación de la legislación sobre partidos políticos de finales de la dictadura (Ley orgánica 6608, modificada por Ley 9129, de fecha 23/12/1982), que favoreció el impulso de estos partidos locales o comunales, dada la posibilidad de la “doble afiliación”, en virtud de la cual se “admite la doble afiliación en el supuesto de que uno de los dos partidos sea de carácter municipal o comunal”. “Actividad del MAV”, en La Opinión, 2 de abril de 1983.

[29] Véase nota número 26.

[30] Se habían organizado dos ramas de trabajo: las “Comisiones de Trabajo”, dedicadas a la tarea política y conformada por diferentes grupos: de Acción Política, Prensa y Relaciones Públicas, Publicidad, Finanzas, Seccionales, Grupos Cívicos y Grupo de Apoyo, Encuestas; por otra parte, se encontraban las “comisiones de estudio”, dedicadas al análisis del funcionamiento municipal , conformada por los grupos de Obras Públicas, Salud Pública, Economía y Finanzas, Estudio del Medio Ambiente, Cultura, Acción Social, Deportes y Ordenamiento Legal. Toda esta organización estaría prefigurando las áreas de gobierno para el futuro gabinete municipal. “El MAV dio un amplio informe de lo actuado”, en La Opinión, 17 de mayo de 1983.

[31] El 11 de julio de 1983 aparece en Castellanos la formación del equipo que acompañaría a Muriel en el gobierno, luego de haberlo hecho público en un almuerzo partidario algunos días antes.  “El MAV eligió sus candidatos”, en Castellanos, 11 de julio de 1983.  

[32] “El MAV por los barrios”, en Castellanos, Rafaela, 6 de julio de 1983; “Comisión de damas del MAV”, en Castellanos, 8 de julio de 1983; “La marcha del MAV”, en Castellanos, 11 de julio de 1983.

[33] Además de los aportes simbólicos, estas representaciones le dieron una connotación de “fiesta”, de alegría. “EL MAV ES ALEGRE”, rezaba un subtítulo del diario Castellanos, y describía el acto partidario como los espectáculos al estilo norteamericano de hacer política: “escarapelas”, “banderitas”, “orquesta”, “Hasta el estrado preparado tenía reminiscencia estadounidense”. “El MAV es alegre”, en Castellanos, 31 de agosto de 1983.  

[34] “El MUR en acción”, en Castellanos, 6 de julio de 1983; “Renovación y Cambio proclamó candidatos”, en Castellanos, 8 de agosto de 1983.

[35] “Unión Cívica Radical. Su propuesta a la ciudad de Rafaela”, en Castellanos, 9 de septiembre de 1983.

[36]  L.P., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 2 de abril de 2008.

[37] “Preparando candidatos”, en Castellanos, 30 de noviembre de 1983.

[38] “Parra versus Muriel”, en Castellanos, Rafaela, 19 de septiembre de 1983. Estas críticas provienen sobre todo porque Muriel había quedado como interventor del Poder Ejecutivo local durante el onganiato y, además, por conocerse los contactos del MAV con otros partidos vecinales de origen castrense. Muriel recibiría duras críticas por estos motivos, tanto en esta elección, como en los años noventa. Véase entrevista a P.C., en nota número 22.

[39] Ex Ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura militar.

[40] Capitán de Corbeta (r.). Intendente municipal de Chascomús durante la dictadura de Onganía, y en 1976, secretario de gobierno de la provincia de Buenos Aires. Ámbito Financiero, 15 de octubre de 2007.

[41] “Partidos Municipales”, en La Opinión, 22 de junio de 1983; “Afiliados del MAV fueron a Olavarría”, en La Opinión, 29 de junio de 1983.

[42] H.M., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 15 de enero de 2007.

[43] A comienzos de octubre, el diario La Opinión organizó una “tribuna política”; en ella, Muriel fue interpelado en varias ocasiones, pero es interesante aquella que “trata de enlodar al MAV diciendo que es `la cría del proceso´” y que “si la gente de Línea Popular viene a nuestras cenas, es porque son mis amigos personales”, respondió Muriel. “Ejemplo de civismo ofreció la Tribuna”, en La Opinión, 6 de octubre de 1983.

[44] “Intimidades del futuro Concejo”, en Castellanos, 10 de agosto de 1983.

[45] H.M., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 15 de enero de 2007.

[46] “Resultados de la elección de la ciudad, mesa por mesa”, en Castellanos, 31 de octubre de 1983.

[47] E.A., entrevista realizada por María Cecilia Tonon, Rafaela, 18 de noviembre de 2008. Esta diferencia de resultados eleccionarios del radicalismo entre la escala local respecto de la provincial y nacional, podría estar indicando una posible alianza con el partido comunal.

[48] Las fuentes resaltan la primera época “murielista”, la del sesenta, como modernizadora, progresista, que “inauguró la era de una Rafaela moderna”, con un importante programa de obras públicas. Cf. Archivo de la Municipalidad de Rafaela, Digesto Municipal.  Ordenanzas, 1967; Archivo de la Biblioteca Popular Almafuerte, Plan Director de la ciudad de Rafaela, 1964. Provincia de Santa Fe,  Tomo III, Análisis Urbano,  Rosario: Mimeo; Diario La Opinión, 1971. Todas estas acciones de gobierno pueden explicarse en un contexto nacional en el que el desarrollismo cobraba auge con el gobierno de la UCRI frondicista, partido del que provenía el intendente Muriel y la economía transitaba entre la modernización y las crisis.